Posadas del viejo Madrid. La Cava Baja y las posadas del Dragón y el León de Oro.

Una breve aproximación histórica a la Cava Baja y sus posadas.

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La Cava Baja fue, a lo largo de varios siglos, la calle de las posadas de la Villa y Corte. Entre los establecimientos históricos destinados a proporcionar alojamiento a quienes, por un motivo u otro, visitaban la capital, las más populares fueron las de la Villa, del Navío del Gallo, de San Isidro, del Madroño, del Portugués, de San Pedro, que años mas tarde sería el Mesón del Segoviano y nuestras dos protagonistas de la entrada de hoy, la del León de Oro y la del Dragón.

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Su época de mayor apogeo tuvo lugar entre los siglos XVI y XIX, siendo tal el trasiego de viajeros existente en la zona que las compañías de postas y diligencias decidieron establecer las paradas de sus carruajes en la Cava Baja.Viajeros de toda España, procedentes de Extremadura, Ávila, Segovia, Toledo, Salamanca, pero también de los pueblos cercanos a Madrid, se acercaban hasta la capital bien en sus propias carretas o monturas o en diligencias para llevar a cabo sus negocios. Con la llegada del siglo XX aparecerían los primeros autobuses, como el que unía la capital con San Martín de Valdeiglesias y El Tiemblo,  que estuvo situada junto a la Posada del Dragón. 

“El tráfago campesino metido en la ciudad lleva y absorbe la vida de esta vía, que tiene el aspecto de la calle Mayor de un pueblo grande de Castilla, y es, sin embargo, tan madrileña que, si faltara, no les parecería que habían llegado a Madrid a los arrieros y labrantines que entran en la corte por la vieja y famosa puente segoviana”. (Pedro de Répide – Cronista de la Villa)

El origen de esta castiza y popular calle madrileña debemos buscarlo en la Edad Medía, en 2ª muralla de Madrid mandada construir por Alfonso VI. Etimologicamente, la palabra castellana “cava”, procede del latín y es sinónimo de zanja o cueva, utilizándose en la Edad Media para denominar los fosos que se excavaban ante las murallas, de modo que, podemos afirmar que la Cava Baja fue en su momento el foso de la muralla que construyeron los castellanos tras la reconquista de la ciudad, hasta entonces en poder de los musulmanes de la Taifa de Toledo. A partir del siglo XV, la antigua  muralla comenzó a ser utilizada como muro de carga por los vecinos de la zona en la edificación de sus viviendas, primero por su cara interior, y posteriormente, ya en el siglo XVI por su cara exterior, mientras que el foso se convertiría, tras ser convenientemente acondicionado, en la animada calle de por la que hoy podemos pasear: la Cava Baja.

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Afortunadamente, la largo tiempo olvidada muralla, no ha desaparecido por completo, saliendo a la luz en los últimos años, lienzos de la misma de considerable altura y longitud, junto con las cimentaciones y bases de varios torreones, que felizmente han sido salvados de desaparecer.

Las posadas del Dragón y del León de Oro

La Posada del Dragón debe su nombre al dragón de piedra que estuvo situado sobre la Puerta de Moros, llamada así por ser el principal acceso al barrio de la Morería. Estaba junto a la plaza del Humilladero, entre la calle del Almendro y la Cava Baja hasta que se derribó. Destruida en 1412 durante una sublevación popular, fue reconstruida en el siglo XVI, estando situada junto a la plaza del Humilladero, entre las calles del Almendro y la Cava Baja. Situada en un edificio que ocupa los los números 12 y 14 de la Cava Baja, fue edificada en 1868 por el arquitecto y político madrileño D. Francisco de Cubas, mas conocido como marques de Cubas, uno de los más notables representantes de la arquitectura madrileña del siglo XIX, autor asimismo del proyecto inicial para la construcción de la Catedral de la Almudena. Fue proyectada atendiendo a los criterios imperantes a mediados del siglo XIX, de modo que contara con las medidas de higiene habituales en la época y que todas las plantas estuvieran divididas en habitaciones. En cuanto a la planta de calle, esta disponía de cuadra y cochera con capacidad para tres carruajes.

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Una corrala del siglo XIX, en cuyo interior se han encontrado y conservado restos de la muralla cristiana, una bañera de mármol, un pilón o abrevadero y una escalera de madera. Demolida a finales del siglo XIX, fue reconstruida en 1910, fecha a partir de la cual, empezó ser muy popular entre los comerciantes del Rastro y del muy cercano mercado de La Cebada.

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 El edificio histórico protegido donde se sitúa fue propiedad de la Villa de Madrid, al igual que la vecina Posada de la Villa, hoy convertida en restaurante, si bien existen datos que nos permitan asegurar, que sus orígenes se remontan a la época de los Reyes Católicos. 

“Cuando se derribó la Puerta de Moros y se cerró la antigua cava por considerarse peligrosa, al haberse convertido en guarida de ladrones, se construyó sobre ella el Aloli de la Villa, es decir, el depósito de grano. El edificio se quemó y más adelante se edificó una posada a la que se denominó de la Villa, por haber pertenecido su local al Ayuntamiento, lo mismo que la inmediata, denominada del Dragón. Y así fue que a estos mesones o posadas, que fueron pertenecientes a la Villa, se les pusieron sobre la puerta los escudos de armas del municipio, y un león dorado, como emblema de la casa real de Castilla, a otra a la que se llamó del León de Oro“. (Antonio Capmany y Montpalau – Origen histórico y etimológico de las calles de Madrid – 1863)

En lo que respecta a la Posada del León de Oro, lo primero que llama nuestra atención es su fachada del siglo XVIII, de marcada simetría con una portada adintelada realizada con sillares de granito, sobre la que se encuentra un escudo heráldico coronado de estilo rococó, dividido horizontalmente en dos cuarteles en los que podemos una cruz patada y un pendón cuatribarrado. 

Y justo en este punto, se nos presenta una interesante cuestión acerca del origen de este escudo, similar al que utilizaba la Orden de la Merced. Era bastante habitual, especialmente entre los siglos XVI al XVIII, que las órdenes religiosas fundaran establecimientos de beneficencia, como hospitales y hospicios, pero era también frecuente la fundación de otros, como hostales posadas de los que podían obtener pingües beneficios, que de alguna modo ayudaban a mantener los primeros. Si tenemos en cuenta la cercanía del convento de la Merced, que estuvo situado hasta su demolición en 1837, en la actual plaza de Tirso de Molina, parece bastante probable, que la Posada del León de Oro, estuviera íntimamente ligada a la Orden Mercedaria y por tanto, al cercano Convento de la Merced. Las pruebas existentes, desde mi punto de vista son mas que suficientes, aunque hasta el momento no se haya encontrado documentación alguna al respecto.

 La muralla de la Posada del León de Oro

La Posada del León de Oro, se edificó apoyada a la fachada exterior de la muralla cristiana mandada construir por Alfonso VI en la segunda mitad del siglo XII. Como ya he comentado, la fachada interior de dicha muralla fue la primera que vio como se adosaban viviendas a sus muros, un proceso que se inicio a mediados del siglo XVI.

 La utilización años después de la fachada exterior, hizo que la muralla permaneciera oculta en la manzana nº 150 de la Planimetría General de Madrid realizada en 1751, encargada por Fernando VI al marqués de la Ensenada, con la intención de agilizar el sistema tributario en el reino.

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Discurría entre la plaza del Humilladero, donde se encontraba la Puerta de Moros, y la plaza de Puerta Cerrada, siendo una de las manzanas de mayor longitud de Madrid hasta mediados del siglo XIX, cuando en su lado norte se abrió una comunicación con la calle del Almendro que dividió en dos la manzana, momento a partir del cual, el sector norte pasó a ser la nº 150 duplicada.

El sector de muralla que podemos contemplar en la posada, se encuentra en un estado de conservación mas que aceptable. Presenta una longitud de 12 metros, con una anchura de un metro, sin que hasta el momento se haya podido determinar su altura, ante el riesgo que podrian suponer las excavaciones necesarias para la estructura de la finca. El hallazgo de la base de un cubo, o torreón, prácticamente completo en el sector suroeste de la Posada del León de Oro, junto con el conservado en la finca vecina, nos ha permitido hacernos una idea bastante aproximada de como era la fachada exterior de la muralla medieval, que discurría a lo largo de la Cava Baja.

 Un cambio espectacular: de posadas abandonadas a su suerte a hoteles singulares con mucho encanto.

Corria el año de Nuestro Señor de 2009, cuando, tras una espectacular reforma y no pocas dificultades, tanto administrativas como constructivas, la otrora famosa Posada del León de Oro abría de nuevo sus puertas, convenientemente transformada en un hotel boutique, un estilo de establecimiento, que se ha abierto hueco rápidamente entre la oferta hotelera, debido a ese plus de exclusividad y cuidado diseño que suelen ofrecer, frente a la masificación de las grandes cadenas hoteleras.

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Tras el éxito obtenido con este primer hotel, al año siguiente se inauguraría la vecina Posada del Dragón, con su restaurante La Antoñita, situado en una antigua tienda de jabones que se encontraba entre ambas posadas. Habían sido necesarios largos años, pero finalmente, la Cava Baja recuperaba dos de sus establecimientos mas representativos, que renacían de sus cenizas cual Ave Fénix, aunque eso si, con enfoque de negocio radicalmente distinto al que tuvieron en su época de máximo esplendor, en el ya lejano siglo XIX y la primera mitad del XX. Veamos en que consistieron ambas rehabilitaciones, y que es lo que nos ofrecen tras su reapertura estos renacidos establecimientos hoteleros.

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La Posada del León de Oro, ocupa un edificio del siglo XIX, con el tradicional patio o corrala, en la que se sitúan las 17 habitaciones, todas ellas decoradas de forma diferente, algunas de ellas con vistas a la Cava Baja y el resto abiertas a la corrala.

El hotel ofrece todos los servicios habituales en este tipo de establecimientos y cuenta con una enotaberna, donde podremos disfrutar del tradicional tapeo, con una oferta cuidada y de calidad y un restaurante con un espectacular suelo de cristal, que nos permite contemplar los restos de la muralla hallados durante las obras de rehabilitación del edificio, mientras disfrutamos de la buena mesa.

Embutidos de Salamanca, carpaccio de foie, salmorejo, una selección de ensaladas, rabo de toro deshuesado, cochinillo confitado, merluza, lubina, rodaballo con setas… y como no podía ser de otra manera, estando en la Villa y Corte de Madrid, un mas que honesto Cocido Madrileño, tanto por su calidad como por su cantidad.  

 

Para los mas golosos, aparte de unas deliciosas torrijas y la ya habitual tarta de queso, un par de postres dignos de mención: el fondant con helado de pistacho y la sopa de chocolate blanco con helado de violetas. En cuanto a los precios, éstos son muy razonables, si tenemos en cuenta la ubicación, el marco y la calidad y variedad de lo que se nos ofrece.

La Posada del Dragón, y su restaurante La Antoñita, inaugurados apenas un año después, siguen la linea marcada por su hermana mayor en cuanto a diseño y servicios.

 En esta ocasión son 27 las habitaciones, también todas ellas diferentes, y al igual que en la Posada del León de Oro podremos optar por disfrutar de vistas a la Cava Baja y la Real Colegiata de San Isidro en la cercana calle de Toledo o las mucho mas tranquilas abiertas a la corrala, en cuya planta baja se han instalado parte de las mesas del restaurante, que nos ofrece cuatro ambientes claramente diferenciados, para que cada cual encuentre el que mejor se adapte a sus gustos y necesidades.

Yo me quedo con el comedor principal, por su cocina a la vista, algo que siempre me ha gustado de manera especial. Una decoración sencilla, pero muy cuidada, en la que destacan los paneles iluminados con los nombres de los principales mercados de la capital, y como ya he dicho, una cocina abierta, para no perdernos detalle.

En cuanto a la carta, y como no podía ser de otra manera, es completamente distinta a la del León de Oro. No es tan extensa, ni falta que hace, ya que ofrece algunas recetas dignas de mención, como el delicioso crujiente de rabo de toro, para mi sin duda el plato estrella, los huevos rotos con jamón ibérico, unos mas que correctos callos a la madrileña, las tradicionales croquetas de jamón o a lo tigre, las verduras de mercado a la plancha o los chipirones encebollados. Entre los postres, el jabón “La Antoñita”, una sorprendente delicia con sabor a violetas, el milhojas de membrillo y queso a la lavanda y el tatín casero de manzana. Y los precios, en la misma linea que los de su hermana.

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Sin lugar a la menor duda, hay que felicitar a quienes han sabido recuperar estos dos establecimientos, que parecía estaban destinados a desaparecer para siempre, adaptandolos a los tiempos actuales, pero conservando todo el sabor de aquel Madrid del XIX, cuando la Cava Baja era la calle de las posadas y las paradas de postas y diligencias, con su constante trajín de viajeros, un trasiego muy diferente al actual.

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Posada del León de Oro – Cava Baja,12 – 28005 Madrid

Teléfono: 911 19 14 94

http://www.posadadelleondeoro.com/

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Posada del Dragón y Restaurante La Antoñita – Cava Baja, 14 – 28005 Madrid

Télefono: 911 19 14 24

http://www.posadadeldragon.com/

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